sábado, 21 de mayo de 2016

Realistas de Madrid. Una mirada particular.


Cuarto de baño 1968. Isabel Quintanilla

Sobre la exposición Realistas de Madrid del Museo Thyssen-Bornemisza.


He ido a verla con 2 pares de gafas: las gafas de aficionada al arte y las gafas violetas feministas.
No veo textos explicativos ni en la entrada ni en las distintas salas, como suele ser habitual en este tipo de exposiciones; así que la única fuente de información que uso es el folleto que dan al entrar.

Los comentarios que escribo a continuación se refieren exclusivamente a las pinturas; dejo sin analizar las esculturas de los hermanos Francisco (Paco) y Julio López.

El nombre de la exposición, “Realistas…”, escrito sin artículo, lo hace genérico para mujeres y hombres. Pero en el folleto desplegable, qué casualidad, la portada es uno de los mugrientos wáteres de Antonio López y la contraportada, una escultura de Francisco López.

Al desplegar el folleto aparecen siete nombres de pila, sin apellidos, como dando a entender la relación familiar y de amistad que todos tenían. Nacidxs poco antes o durante la guerra civil, empiezan a estudiar y a trabajar en el Madrid de los años cincuenta, en una época en la que ni la figuración estaba de moda ni tampoco era habitual que las mujeres estudiaran Bellas Artes. Después de los nombres, esta frase literal: “el primer grupo de artistas españoles en el que las mujeres ocuparon un lugar destacado”.

Me gustaría saber qué entienden por “destacado”; yo más bien lo calificaría de secundario y a la sombra de los hombres del grupo.

Voy a fijarme en tres de las pintoras presentes en la exposición.

María Moreno (Mari): mujer de Antonio López, siempre detrás de su marido, que eso sí, se deshace en elogios, agradeciéndole su papel de ama de casa, madre, compañera, marchante, administradora ,“choferesa”, encargándose siempre de “la intendencia”, para que él pudiese despegar como artista. A veces se habla de ella como “la luz de Antonio”, creo que la frase es del propio pintor. Su obra es muy escasa y muchos de sus cuadros se han perdido; solo ha llegado a hacer tres exposiciones individuales.

Amalia Avia: es un caso especial dentro del grupo, de un estilo muy personal, pinta con una luz sombría y melancólica , sobre todo fachadas oscuras y portales de tiendas y negocios del viejo Madrid y también interiores tristes y nostálgicos. Me gustó mucho su autobiografía, significativamente llamada de Puertas adentro, en la que entre otras muchas cosas nos cuenta la dificultad de compaginar la vida doméstica de madre y esposa (fue la mujer del famoso pintor abstracto Lucio Muñoz) y su vocación de pintora. Murió en el año 2011 y solo en los últimos años su obra ha empezado a ser valorada y difundida. Se me quedó grabada una frase suya cuando ya era mayor y viuda: “antes pintaba cuando podía, ahora pinto cuando quiero”.

Isabel Quintanilla (Maribel): En su juventud vive en Roma gracias a una beca que le conceden a su marido, el escultor Francisco López, y estos años van a influir mucho en su obra. Es una pintora excepcional, mucho más conocida en el extranjero que en España; gran parte de su obra está en Alemania. Su gran habilidad técnica está siempre al servicio de lo que nos quiere contar. Los temas de sus cuadros son comunes a todo el grupo: paisajes urbanos, falta de figuras humanas, bodegones, contrastes entre la luz de interiores y exteriores, importancia de elementos como ventanas, patios, muros, habitaciones y objetos cotidianos. Sus pinturas son mágicas y sugerentes; y de toda la exposición, son las que más impacto y emoción me han causado: respiran vida, te envuelven, y te hacen entrar y casi oler los espacios que refleja.


En cuanto a Antonio López (Antoñito en sus principios), siempre me ha parecido un artista sobrevalorado, al que crítica y prensa han convertido en una “estrella”, un icono mediático y de consumo fácil para el gran público. Se han creado alrededor de él una serie de tópicos y “leyendas”, como la de los años que tarda en pintar un cuadro, como si esto añadiese valor a su pintura. Su fama nacional e internacional, impulsada por críticos y galeristas, ha hecho casi invisibles al resto de pintoras del grupo, aunque es verdad que esta tendencia está cambiando en los últimos años y cada vez tienen más reconocimiento.

También me ha llamado la atención la forma diferente en que la crítica especializada analiza los cuadros, según sean estos de un hombre o de una mujer. Esto se ve muy claro en esta exposición donde hay dos cuadros de temas muy parecidos: lavabo y espejo de Antonio López y cuarto de baño de Isabel Quintanilla. En el folleto solo el de Antonio López es merecedor de foto y comentario; por cierto, es la obra a la que mas texto dedican, con frases como: autorretrato invisible, los objetos se confunden con pinceles e instrumentos de pintura, el espejo es el lienzo en blanco, el pintor retrata no un cuarto de baño concreto sino su propio oficio, audaz experimento de perspectiva, etc. Es decir, consideraciones teóricas y abstractas que le elevan a la categoría de genio de la pintura. El cuarto de baño de Isabel Quintanilla es, para mí, una obra maravillosa, de lo mejor de la exposición, pero los autores del folleto no le dedican ni una foto, ni una sola línea. Cuando he leído otras críticas y análisis de sus cuadros, se centran en lo bien que refleja los detalles, lo cotidiano, lo doméstico, pintura femenina, etc., comentarios que rebajan su categoría artística y hacen que en el fondo la consideren una obra menor.

A pesar de que en muchos medios se anuncia la exposición como: “Antonio López y sus compañeros de generación”, no dejéis de disfrutar de los cuadros de las mujeres, grandísimas pintoras que no lo han tenido nada fácil y que ya es hora de que valoremos como merecen.

Isabel Sánchez Suárez

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