Queremos agradecer a Nieves Rodríguez que nos haya permitido publicar este cuento en el que, de manera sobria y auténtica, se narra una historia alejada en el tiempo pero muy próxima en su contenido.
Cuento
de una Adolescente
Me
llamo Cristina, tengo catorce años, somos cinco hermanos y vivimos en Madrid en
una casa pequeña con cuatro estancias. No voy al colegio ni mi hermana
mayor. Nuestra madre es camisera y
también nos hace la ropa, nos ha enseñado a sus dos hijas mayores a coser. Yo,
por las mañanas, hago cosas en casa como subir agua de la fuente cuando no
tengo que ir a lavar la ropa de la semana.
Por las
tardes, cuando nos ponemos a coser, ponemos la radio y oímos las novelas y se
nos hace la tarde más entretenida, están poniendo “ Ama Rosa” de Guillermo
Sautier Casasecas. Es muy triste.
Hoy es
un día especial para mí, es el ocho de febrero de 1959, es mi cumpleaños. Estoy
en casa sola, no sé dónde están mis hermanos y mi madre…, tengo ganas de
llorar, no se ha acordado nadie de felicitarme. Me subo a una silla y miro por
la ventana, está nevando, le digo a Dios gracias: Tú si te has acordado de mí.
Ha
llegado la noche y todo pasa como todos los días. Nuestro padre leyendo una
novela del “oeste”, nosotros sin hacer ruido, por miedo a la regañina y nuestra
madre haciendo la cena. Ella tampoco dice nada. Me da mucha pena pensar que mi
padre no nos quiere, siempre está de mal humor, le tenemos miedo, más vale que leyera otra clase de novelas a ver si
cambiaba un poquito. Mi mamá es muy buena, le ayuda mucho para sacarnos
adelante, no se merece cómo la trata. Yo le pido a Dios, cada día, que se vaya
y nos deje solos, pero yo sé que eso no va a ser posible. El destino que
tenemos es vivir con miedo.
Tengo
mucho recuerdos de nuestro padre, de cómo la ha tratado y de cómo la trata a mi
pobre madre; sin embargo para las personas de su entorno son todo sonrisas y
contar chistes. Yo le llevo todos los días la comida al trabajo y le veo con
ganas de pasárselo bien, cuando esa noche ha puesto a nuestra madre de vuelta y
media. Le miro con mala cara que, si pudiera, lo habría fulminado. Él lo notó
y me dijo "la próxima vez que me mires así, te doy una bofetada".
Envidio
a esas niñas que son felices en sus casas y que tienen recuerdos de que han
jugado con ellas, quiero mucho a nuestra madre.
En este
mundo no tenía que sufrir ningún niño.
Nieves Rodríguez
Alumna de la Escuela de Formación de Adultos de Fontarrón
Que relato tan estremecedor: Sientes el frío, la tristeza, el abandono, el miedo de esta niña...
ResponderEliminarEl relato te lleva a la España de la posguerra, a los suburbios de las grandes ciudades, a la dureza de la vida de niñas y mujeres
Que maravilla que Nieves sea capaz de contarlo y de escribir desde el corazón con esa forma tan sencilla y a la vez tan impactante.
Muchas gracias Nieves por tu cuento.
ResponderEliminarCuesta mucho sacar de dentro toda la amargura de la infancia y lo comunicas, de forma tan sencilla y real, haces revivir situaciones semejantes.
Quiero destacar, como las niñas, en cuanto podìan aportar algo a la economìa familiar, se las sacaba del colegio y a trabajar en las cosas que podìan aportar.
Has reflejado muy bien y desde el corazòn, la vida de muchas niñas y mujeres que nunca se las ha valorado la aportacion econòmica a la casa.
Muchas gracias por tu testimonio,da fuerza para ser valientes y seguir luchando por dar voz a las que nos han querido silenciar.
Con mucho cariño .
Carmen