Uno de mis privilegios en este confinamiento, es que de 15:00 a 16:00 el sol da directamente a mi puerta y aprovecho para salir a leer. Estoy acostumbrado a escuchar los golpes de muleta un par de pisos por encima en la corrala. Siempre he empatizado con que era alguien que venía a robar los mismos rayos de sol que yo. Hoy domingo lxs vecinxs del edificio de al lado están de fiesta, se escuchan risas y música. Yo entro y salgo a remover el pisto, mientras se hace lentamente.
En una de estas ocasiones, escucho que me gritan desde arriba: "Estoy sola". Es una mujer mayor con la que me he cruzado alguna vez. Tiene los ojos rojos, llorosos:
"Ha muerto mi marido; mi marido fue al hospital el jueves, no habían llegado aún los respiradores y ha muerto asfixiado. mis hijas están fuera y no pueden venir."
Nunca he sabido cómo actuar en estos momentos, sé que no quiere escuchar falsas palabras, que quiere expresarse, que alguien la abrace. La escucho en todo lo que tiene que decirme con 2 pisos de distancia. El musicote de discoteca y los aplausos de fondo me rabian. Nuestros ojos no pierden contacto. Inevitablemente, la acabo diciendo en bajito y entrecortado que lo siento. De fondo gritan "arribaaa!!!".
Le digo que cuándo quiera podemos hablar, que le puedo hacer la compra. Pero sé que lo que más necesitaba era gritar, estar con alguien. Ayer murió su marido asfixiado. Aun no había respiradores. Me dice cual es su puerta. Le lanzo un beso desde dos pisos más abajo. Mañana la llevaré flores y espero ser capaz de pintar algo que merezca la pena regalarle.
Le digo que cuándo quiera podemos hablar, que le puedo hacer la compra. Pero sé que lo que más necesitaba era gritar, estar con alguien. Ayer murió su marido asfixiado. Aun no había respiradores. Me dice cual es su puerta. Le lanzo un beso desde dos pisos más abajo. Mañana la llevaré flores y espero ser capaz de pintar algo que merezca la pena regalarle.
Vuelvo al libro, pero ya no vuelvo a leer. Se me caen las lagrimas. Tras un rato cojo el móvil para vomitar lo sucedido. Sigo escuchando los pasos solitarios de la muleta. Se impone el volumen del musicote de discoteca de verano.
Estamos millones de personas confinadas en nuestras celdas, junto a nuestras historias. Ajenas, en muchas ocasiones, a las de la celda de al lado, a la rabia y al dolor que se está acumulando por todas las calles de ciudades y pueblos.
Yo y mis privilegios. Por la red de apoyo mutuo en la que estoy, puedo poner cara a una de las familias a las que compramos comida. La que tiene tres hijxs y no puede pagar ya el alquiler. La que al no tener papeles, no sé se si se puede acoger a las "ayudas" del gobierno estatal. La que nos ha derivado servicios sociales del Ayuntamiento de Madrid porque no quiere tener que destinar fondos para ayudarla.
No sé cómo ni en qué dirección. Pero hay algo cociéndose en las celdas en las que pasamos nuestros respectivos confinamientos. Sólo espero que todo vaya a mejor y que no volvamos a la normalidad. A esa en la que faltan respiradores y "no hay suficiente" para ayudas sociales.
Rodro 13 de abril de 2020
Rodro, rotundo y doloroso comentario. Yo tampoco quiero volver a esa normalidad, ojalá sepamos actuar en consecuencia con todas esas y mas experiencias extremas vividas. Pero con todo, algunos en el barrio estamos más cerca y sabremos hacer mejor las cosas, seguro, un abrazo y gracias por compartir.
ResponderEliminarMaría.
Gracias por tu emocionante comentario. Y gracias x esa ayuda imprescindible que hacéis a las personas que más lo necesitan. Un abrazo y mucho ánimo
ResponderEliminarGracias Rodro por compartir emociones y mas ahora que las tenemos tan superficiales.
ResponderEliminarGracias a jóvenes como tu que en estos momentos de aislamiento nos habéis acompañado,estais a nuestro lado para lo que necesitemos...y no os ha importado dejar vuestros miedos,seguridad,tiempos y dinero para atendernos...Hay cosas que se quedan en el fondo de nuestros corazones y que nos enseñais con vuestra actitud lo que es la solidaridad.Cuando salgamos de "nuestras celdas" vamos a encontrar muchas situaciones como las que describes y hay que estar fuerte.
Muchas gracias para ti y todas las personas que te acompañan.
Con cariño katy
Muchas gracias Rodro por compartir con nosotras tu experiencia, con un texto tan estremecedor como necesario, en el que has sabido mezclar el dolor,la rabia, la solidaridad, la ternura y las enormes ganas de que el mundo cambie de una vez.
ResponderEliminarConozco tu corrala y te imagino leyendo a Arturo Barea y mirando hacía arriba para darle un poco de calor a tu vecina, igual que das calor y ayuda a esas familias de las que nos hablas
Besos y nos vemos pronto en las plazas y calles del barrio
Isabel
Gracias por tu sinceridad y por tu exposición de sentimientos. Llega al corazón y se entiende perfectamente. Todos luchando ahora con lo que nos rodea y con nuestras pesadillas particulares. Intentando siempre pensar que algun@s somos afortunad@s, e inventandonos (sin mucho éxito) cada día para aguantar el confinamiento. Un abrazo
ResponderEliminarMercedes